Las mujeres que aman demasiado

Cualquier tema NO relacionado con los perros
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Aine
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Mensaje por Aine »

A ver.. no se trata de si el tio es un gilipollas o no...

Se trata de como reaccionamos, de que papel asumimos...

Os muestro el ejemplo, para mi, más cercano a mi que he encontrado:
PEGGY: criada por una abuela hipercrítica y una madre que no la apoyaba emocionalmente; ahora está divorciada y tiene dos hijas.

Nunca conocí a mi padre. El y mi madre se separaron antes de que yo naciera, y mi madre salió a trabajar para mantenemos mientras su madre se encargaba de nosotras en casa. Eso no parece tan malo, pero lo fue. Mi abuela era una mujer inmensamente cruel. No nos pegaba, a mi hermana y a mí, tanto como nos lastimaba con sus palabras, todos los días. Nos decía lo malas que éramos, todos los problemas que le causábamos, que éramos "buenas para nada”... ésa era una de sus frases preferidas. Lo irónico era que todas sus críticas sólo hacían que mi hermana y yo nos esforzáramos más por ser buenas, por valer la pena. Mi madre nunca nos protegía de ella. Mamá tenía demasiado miedo de que la abuela se marchara y de que ella no pudiera ir a trabajar porque no habría nadie para cuidamos. Por eso simplemente hacía la vista gorda cuando la abuela abusaba de nosotras.
Crecí sintiéndome muy sola, desamparada, temerosa e indigna, tratando todo el tiempo de compensar el hecho de ser una carga. Recuerdo que solía tratar de arreglar las cosas que se rompían en casa, para ahorrar dinero y, de alguna manera, ganarme la vida. Crecí y me casé a los dieciocho años porque estaba embarazada. Me sentí pésimamente desde el comienzo. El me criticaba todo el tiempo. Al principio lo hacía con sutileza, pero luego era más salvaje. En realidad, yo sabía que no estaba enamorada de él, y me casé de todos modos. No creía tener otra alternativa. Fue un matrimonio de quince años, porque tardé todo ese tiempo en llegar a creer que él hecho de sentirme pésimamente era razón suficiente para el divorcio.
Salí de ese matrimonio desesperada por encontrar a alguien que me amara pero, al mismo tiempo, sentía que era indigna y que era una fracasada, y estaba segura de que no tenía nada que ofrecer a un hombre bueno y amable.
La noche que conocí a Baird, era absolutamente la primera vez que salía a bailar sin pareja. Mi amiga y yo habíamos ido de compras. Ella se compró un atuendo completo -pantalones, blusa, zapatos nuevos- y quería ponérselos y salir. Entonces fuimos a una discoteca de la que ambas habíamos oído hablar. Algunos hombres de negocios que no eran de la ciudad nos invitaron con unos tragos y bailaron con nosotras, y estaba bien... algo amistoso, pero no excitante. Entonces vi a ese sujeto junto a la pared. Era muy alto, muy delgado, estaba increíblemente bien vestido y era muy buen mozo. Recuerdo que me dije: "Ese es el hombre más elegante y arrogante que yo haya visto." Y luego: " ¡Apuesto a que podría entusiasmarlo!"
Incidentalmente, aún recuerdo el momento en que conocí a mi primer marido. Estábamos en la escuela secundaria y él estaba recostado contra la pared en lugar de estar en clase, y entonces me dije: "Parece bastante alocado. Apuesto a que yo podría ponerle los pies sobre la tierra." ¿Lo ve? Yo siempre estaba tratando de arreglar las cosas. Bueno, me dirigí a Baird y lo invité a bailar. Se sorprendió mucho y creo que también se sintió un poco halagado. Bailamos un rato y después me dijo que él y sus amigos se marchaban a otro sitio, y me preguntó si yo querría acompañarlos. Si bien la idea me tentaba, respondí que no, que había ido allí a bailar y eso era todo lo que quería hacer. Seguí bailando con los hombres de negocios y después de un rato él volvió a invitarme a bailar. Y lo hicimos. Había muchísima gente allí. No cabía un alfiler. Poco después, mi amiga y yo salíamos y él estaba sentado con otra gente en una mesa ubicada en un rincón. Me hizo señas de que me acercara y así lo hice. Me dijo: "Tienes mi número de teléfono en tu persona." Yo no sabía de qué hablaba. Extendió la mano y sacó su tarjeta del bolsillo del suéter que yo tenía puesto. Era de ésos que tienen un bolsillo grande en la parte delantera, y él había puesto su tarjeta allí la segunda vez que volvimos a la pista de baile. Yo estaba asombrada. No me había dado cuenta de que lo había hecho. Y me encantaba saber que aquel hombre apuesto se había tomado ese trabajo. Bueno, yo también le di mi tarjeta.
Me llamó unos días más tarde y fuimos a almorzar. Me miró con cierta desaprobación cuando llegué. Mi automóvil era un poco viejo y de inmediato me sentí inadecuada... y luego aliviada al ver que, de todos modos, almorzaría conmigo. Estaba muy tieso y frío, y decidí que me correspondía a mí hacerlo sentir cómodo, como si de alguna manera la culpa fuese mía. Sus padres irían a visitarlo en la ciudad y no se llevaba bien con ellos. Recitó una larga lista de reproches contra ellos, que a mí no me parecieron tan graves, pero traté de escucharlo con compasión. Salí de ese almuerzo pensando que no tenía nada en común con él. No la había pasado bien. Me había sentido incómoda y fuera de equilibrio. Cuando me llamó dos días después y volvió a invitarme a salir, me sentí aliviada. Si él lo había pasado lo suficientemente bien para invitarme otra vez, entonces todo estaba bien.
En realidad, nunca estuvimos bien juntos. Siempre había algo que andaba mal y yo trataba de enmendarlo. Me sentía muy tensa con él y los únicos buenos momentos eran cuando la tensión disminuía un poco. Esa leve disminución de la tensión pasaba por felicidad. Pero de alguna manera aún me atraía poderosamente.
Sé que parece una locura, pero llegué a casarme con ese hombre sin que siquiera me agradara. El quebró la relación varias veces antes de casarnos, diciendo que conmigo no podía ser tal como era él. No puedo decir lo devastador que era aquello. Yo le rogaba que me dijera qué necesitaba que yo hiciera para sentirse más cómodo. El sólo respondía: "Tú sabes lo que tienes que hacer." Pero yo no lo sabía. Casi me volví loca tratando de adivinarlo. De todos modos, el matrimonio duró apenas dos meses. El se marchó para siempre después de decirme lo infeliz que yo lo hacía, y nunca volví a verlo, salvo una que otra vez por la calle. Siempre finge que no me conoce.
No sé cómo transmitir lo obsesionada que estaba con él. Cada vez que me dejaba me sentía más atraída hacia él, no menos. Y cuando él volvía me decía que quería lo que yo tenía para ofrecerle. Para mí no había nada como eso en todo el mundo. Lo abrazaba y él lloraba y decía que había sido un tonto. Ese tipo de escenas duraban una sola noche, y después todo comenzaba a desintegrarse otra vez, y yo trataba con todas mis fuerzas de hacerlo feliz, para que no volviera a marcharse. Cuando decidió terminar con el matrimonio, yo apenas funcionaba. Era incapaz de trabajar o de hacer algo que no fuera sentarme, mecerme hacia adelante y atrás y llorar. Me sentía como si estuviera muriendo. Tuve que buscar ayuda para no volver a llamarlo, porque ansiaba que todo se solucionara, pero sabía que no podría sobrevivir a otra vuelta en ese carrusel.


La atracción de Peggy hacia Baird.


Peggy no sabía nada acerca del hecho de ser amada, y al haber crecido sin padre, tampoco sabía virtualmente nada sobre los hombres, menos aun sobre los hombres amables y cariñosos. Pero sí sabía mucho, por su niñez con su abuela, sobre el hecho de verse rechazada y criticada por alguien muy insano. También sabía esforzarse al máximo por ganar el amor de una madre que no podía, por "Sus propios motivos, dar amor, ni siquiera protección. Su primer matrimonio ocurrió porque ella se permitió intimar con un joven que la criticaba y la condenaba, y por quien sentía poco afecto. El sexo con él era más una lucha por ganar su aceptación que una expresión de su afecto por él. Un matrimonio de quince años con ese hombre la dejó aun más convencida de su indignidad inherente.
Tan fuerte era su necesidad de repetir el ambiente hostil de su niñez y continuar su lucha por ganar el amor de aquellos que no podían darlo que cuando conoció a un hombre que le pareció frío, distante e indiferente, de inmediato se sintió atraída hacia él. Había allí otra oportunidad de convertir a una persona desamorada en alguien que finalmente la amara. Una vez que se comprometieron, las pocas alusiones de él al hecho de que Peggy estaba progresando en sus intentos de enseñarle a amarla la capacitaban para seguir intentándolo a pesar de la destrucción de su propia vida. Su necesidad de cambiarlo (y también a su madre y a su abuela, a quienes él representaba) era así de fuerte.
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Aine
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Mensaje por Aine »

Let83 escribió:Sabes lo que me hacia sentir importante? El tener una relación con un tio que tenia novia desde hace 7 años y le ponia los cuernos conmigo. Si, ser la otra y que el otro fuese un cabrón con todas sus letras me gustaba, porque el simple echo de que quisiese acostarse conmigo en lugar de con su novia me hacia sentir importante.
Charles: sesenta y cinco años, ingeniero civil retirado con dos hijos; divorciado, vuelto a casar, y ahora viudo.

Hace dos años que murió Helen, y finalmente comienzo a tratar de corregirlo todo. Nunca pensé que consultaría a un terapeuta, no a mi edad. Pero después de su muerte me puse tan furioso que me asusté. No podía dejar de sentir que quería lastimarla. Soñaba que la golpeaba y despertaba gritándole. Creí que me estaba volviendo loco. Finalmente reuní el coraje para decírselo a mi médico. El tiene mi edad y es tan conservador como yo, por eso cuando me dijo que me convenía consultar a un profesional me tragué mi orgullo y lo hice. Me puse en contacto con un terapeuta que se especializa en ayudar a la gente a sobreponerse al dolor. Bueno, trabajamos con mi dolor y éste seguía aflorando como ira, entonces finalmente acepté que estaba completamente loco y, con la ayuda del terapeuta, comencé a examinar por qué.
Helen fue mi segunda esposa. Mi primera esposa, Janet, aún vive aquí, en la ciudad, con su nuevo marido. Creo que es gracioso usar la palabra “nuevo”.Todo esto sucedió hace veinticinco años. Conocí a Helen cuando trabajaba para el municipio como ingeniero civil. Ella era secretaria en el departamento de planeamiento y yo solía verla a veces en el trabajo, y tal vez una o dos veces por semana a la hora de almorzar, en una cafetería pequeña del centro de la ciudad. Era una mujer muy bonita, siempre vestía muy bien, y era un poco tímida pero amigable. Sabía que yo le agradaba por la forma en que me miraba y sonreía. Creo que me halagaba un poco el hecho de que me prestara atención. Sabía que era divorciada y tenía dos niños, y me daba un poco de pena que tuviera que criarlos sola. Un día la invité con un café y tuvimos una charla agradable. Dejé en claro que yo estaba casado, pero creo que me quejé demasiado por algunas de las frustraciones de la vida matrimonial. Aún no sé como se las ingenió ese día para transmitir el mensaje de que yo era un hombre demasiado maravilloso para ser infeliz, pero salí de esa cafetería sintiéndome como si midiera tres metros de altura y con ganas de volver a verla, de sentirme como ella me había hecho sentir; apreciado. Tal vez era porque ella no tenía un hombre en su vida y echaba eso de menos, pero después de nuestra charla yo me sentía grande, fuerte y especial.
Aun así, yo no tenía intenciones de comprometerme. Nunca antes había hecho nada así. Había salido del ejército después de la guerra y había sentado cabeza con la esposa que me había estado esperando. Janet y yo no éramos la más feliz de las parejas, pero tampoco la más infeliz. Nunca pensé que la engañaría.
Helen había tenido dos matrimonios y en cada uno había sufrido mucho. Ambos hombres la habían abandonado y ella había tenido un hijo con cada uno. Ahora estaba criando sola a sus hijos, sin ningún apoyo.
Lo peor que pudimos hacer fue relacionarnos. Sentía mucha pena por ella, pero sabía que no tenía nada que ofrecerle. En aquella época no se podía obtener un divorcio solamente porque uno lo deseara, y yo no ganaba tanto dinero como para perder todo lo que tenía. Además, tendría que formar una nueva familia y, por tanto, mantener a dos. Además, en realidad yo no quería el divorcio. Ya no estaba loco por mi esposa, pero adoraba a mis hijos y me gustaba lo que teníamos juntos. Sin embargo, todo empezó a cambiar cuando Helen y yo seguimos viéndonos. Ninguno de los dos podía poner fin a aquello. Helen estaba sola y decía que prefería tener un poco de mí a no tener nada, y yo sabía que lo decía en serio. Una vez que empecé mi relación con Helen, no había forma de salir de ella sin que nadie saliera terriblemente lastimado. Muy pronto comencé a sentirme el peor de todos los bribones. Las dos mujeres contaban conmigo y yo estaba decepcionando a ambas. Helen estaba loca por mí. Hacía cualquier cosa para verme. Cuando traté de terminar con ella, la veía en el trabajo y su cara triste y dulce me rompía el corazón. Bueno, más o menos después de un año Janet se enteró de lo nuestro y me dijo que dejara de ver a Helen o me marchara. Traté de parar pero no pude. Además, entre Janet y yo las cosas ya eran muy distintas. Parecía haber menos motivos que nunca para dejar a Helen.
Es una larga historia. Helen y yo tuvimos un romance de nueve años, mientras mi esposa al principio se esforzaba por mantenerme a su lado y luego por castigarme por abandonarla. Helen y yo vivimos juntos varias veces durante esos años hasta que Janet finalmente se cansó y accedió al divorcio.
Aún odio pensar en lo que eso nos ocasionó a todos. En aquel tiempo, una pareja no podía simplemente convivir. Creo que realmente perdí todo mi orgullo durante esos años. Sentía vergüenza por mí mismo, por mis hijos, por Helen y sus hijos, incluso por Janet, que nunca había hecho nada para merecer todo eso.
Finalmente cuando Janet se cansó y nos divorciamos, Helen y yo nos casamos. Pero en cuanto se inició el divorcio hubo algo diferente entre nosotros. En todos esos años, Helen había sido cariñosa y seductor, muy seductora. Claro que a mí me encantaba eso. Todo ese cariño era lo que me mantenía con ella a pesar del dolor de mis hijos, mi esposa, ella y sus hijos…todos nosotros. Ella me hacía sentir el hombre más deseable del mundo. Por supuesto, habíamos peleado antes de casarnos, porque la tensión era tremenda, pero nuestras peleas siempre terminaban haciéndonos el amor y yo me sentía más querido, necesitado y amado que nunca en mi vida. De alguna manera, lo que Helen y yo teníamos juntos parecía tan especial, tan correcto, que el precio que pagábamos casi parecía valer la pena.
Cuando finalmente pudimos estar juntos y mantener la frente alta, Helen se enfrió. Seguía yendo a trabajar hermosa, pero en casa no se ocupaba de su aspecto. A mí no me importaba, pero me daba cuenta. Y el sexo empezó a decaer. Ella ya no se interesaba. Traté de no presionarla, pero me resultaba frustrante. Cuando al fin me sentía menos culpable y más dispuesto a disfrutar realmente estar con ella tanto en casa como afuera, ella se apartaba de mí.
Dos años más tarde teníamos dormitorios separados. Y nuestra relación siguió así, fría y distante, hasta su muerte. Nunca pensé en marcharme. Había pagado un precio muy alto por estar con ella, ¿cómo podía marcharme?
Al recordarlo, me doy cuenta de que tal vez Helen haya sufrido más que yo en todos esos años de nuestro romance. Ella nunca supo con certeza si yo abandonaría a Janet o a ella. Lloraba mucho y un par de veces amenazó con suicidarse. Odiaba ser “la otra”. Pero a pesar de lo horribles que fueron esos años anteriores a nuestro matrimonio, en ellos nuestra relación fue más afectuosa, excitante y especial que nunca.
Después de que nos casamos me sentí un fracaso total, porque por alguna razón, ahora que habíamos dejado atrás todos los problemas, no podía hacerla feliz.
Con la terapia llegué a entender mucho sobre mí mismo, pero creo que también acepté ver algunas cosas sobre Helen que antes no había querido enfrentar. Ella funcionaba mejor bajo toda la tensión, la presión y el sigilo de nuestra aventura que cuando las cosas llegaron a la normalidad. Por eso nuestro amor murió en cuanto terminó la aventura y comenzó el matrimonio.
Cuando pude ver todo esto con sinceridad comencé a recuperarme de la inmensa furia que había sentido contra ella desde su muerte. Estaba furioso porque el hecho de estar con me había costado mucho: mi matrimonio, en muchos sentidos el amor de mis hijos, y el respeto de mis amigos. Creo que me sentía enfadado.
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Monte
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Mensaje por Monte »

sara79 escribió:Alber, yo no digo que por qué guste un prototipo u otro, sino que por Qué tienen que pensar que todas son iguales :roll:
Porque también nosotras tendemos a pensar que todos los tíos son iguales. Estereotipos hay por los dos bandos :mrgreen:
"Si a tu perro no le gusta una persona, probablemente a ti tampoco debería gustarte."
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Gigi
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Mensaje por Gigi »

Monte escribió:
sara79 escribió:Alber, yo no digo que por qué guste un prototipo u otro, sino que por Qué tienen que pensar que todas son iguales :roll:
Porque también nosotras tendemos a pensar que todos los tíos son iguales. Estereotipos hay por los dos bandos :mrgreen:
:rezo: :rezo:
Él es tu amigo, tu compañero, tu defensor, tu perro. Tú eres su vida, su amor, su líder. Él será tuyo siempre, fiel y sincero, hasta el último latido de su corazón. A él le debes ser merecedor de tal devoción
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Mensaje por InvitadaL »

Aine escribió:
Let83 escribió:Sabes lo que me hacia sentir importante? El tener una relación con un tio que tenia novia desde hace 7 años y le ponia los cuernos conmigo. Si, ser la otra y que el otro fuese un cabrón con todas sus letras me gustaba, porque el simple echo de que quisiese acostarse conmigo en lugar de con su novia me hacia sentir importante.
Charles: sesenta y cinco años, ingeniero civil retirado con dos hijos; divorciado, vuelto a casar, y ahora viudo.
En este caso creo que podria describir mas sus sensaciones que las mias.
InvitadaL

Mensaje por InvitadaL »

Ah! Y tengo que añadir, que por el echo de que haya tenido mas tendencia a las relaciones complicadas, no soy una niñata, ni lo he sido nunca, y todo aquel que me conoce lo puede corroborar. Así que siento que se os caiga un mito a algun@s.
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Aine
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Mensaje por Aine »

Si, pero al leerlo, ves en parte lo que ella buscaba.
Es que hay muchos casos, pero este, viendo como reaccionaba ella, ves lo que ella buscaba.

Esta historia esta en el capitulo llamado: "Los hombres que eligen a las mujeres que aman demasiado"
La atracción de Charles hacia Helen.

Hermosa e incitante cuando se conocieron, Helen pronto proporcionó a Charles felicidad sexual, ciega devoción y un amor que lindaba con la reverencia. La fuerte atracción que experimentó Charles a pesar de tener un matrimonio estable y bastante satisfactorio casi no requiere explicación ni justificación. Simplemente, desde el comienzo y durante todos esos años de su romance, Helen se dedicó de lleno a profundizar el amor que Charles sentía por ella y hacer que la larga lucha de él por deshacerse de su matrimonio fuese soportable e incluso valedera.
Lo que sí merece explicación es el repentino y visible desinterés de Helen por el hombre al cual había esperado y por quien había sufrido tanto tiempo, una vez que él quedó en libertad de compartir una vida con ella. ¿Por qué lo amó tanto mientras estuvo casado y luego, rápidamente se cansó de él cuando ya no lo estaba?
Porque Helen sólo quería lo que en realidad no podía tener. Para tolerar una interacción prolongada con un hombre, persona y sexualmente, necesitaba la garantía de la distancia y la inaccesibilidad que proporcionaba el matrimonio de Charles. Sólo en esas condiciones podía entregarse a él. No podía soportar cómodamente una pareja verdadera que, libre de las demoledoras presiones del matrimonio de él, podía desarrollarse y profundizarse sobre una base distinta de su lucha mutua contra el mundo. Helen necesitaba la excitación, la tensión y el dolor emocional de amar a un hombre inaccesible a fin de poder relacionarse. No tenía virtualmente ninguna capacidad para la intimidad, ni siquiera para mucha ternura, al no tener que luchar por ganar a Charles. Una vez que lo ganó, lo desechó.
Sin embargo, a través de esos largos años de espera, ella tenía todo el aspecto de una mujer que ama demasiado. Realmente sufría, languidecía y lloraba por el hombre a quien amaba pero a quien no podía tener de verdad. Lo experimentaba como el centro de su ser, la fuerza más importante de su mundo… hasta que lo tuvo. Entonces la realidad de él como pareja, al no existir más el romance agridulce de su aventura ilícita, ya no elevaba hasta la emoción de la pasión que había disfrutado durante nueve años con ese mismo hombre.
A menudo se observa que cuando dos personas que han estado relacionadas durante años finalmente se comprometen a casarse, la relación pierde algo: pierde la excitación, y el amor desaparece. El hecho de que esto suceda no necesariamente se debe a que han dejado de intentar complacerse. Puede ser porque uno o el otro, o ambos, al hacer ese compromiso, han excedido su capacidad para la intimidad. Una relación sin compromiso permite estar a salvo de una intimidad. Una relación sin compromiso permite estar a salvo e una intimidad más profunda. Con el compromiso, a menudo se produce un repliegue emocional en un esfuerzo dirigido a la autoprotección.
Eso es precisamente lo que ocurrió entre Helen y Chales. Charles, por su parte, ignoró todas las señales de la falta de profundidad emocional de Helen debido a que sentía halagado por su atención. Lejos de ser una víctima pasiva de las maquinaciones y manipulaciones de Helen, Charles no quería admitir esa parte de la personalidad de ella incompatible con la visión de sí mismo-una visión que ella había fomentado y él quería creer-según la cual él era inmensamente adorable y sexualmente irresistible. Chales vivía en un mundo de fantasía construido con sumo cuidado con Helen durante muchos años, sin deseos de estropear la ilusión que su ego había llegado a adorar. Gran parte de la ira que sintió ante la muerte de Helen estaba dirigida a sí mismo, lo cual descubrió cuando, tardíamente, admitió su propia negación y el rol que él había jugado en la creación y perpetuación de la fantasía de un amor abrasador, que finalmente dio como resultado el más estéril de los matrimonios.
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Mensaje por alber86 »

sara79 escribió:Alber, yo no digo que por qué guste un prototipo u otro, sino que por Qué tienen que pensar que todas son iguales :roll:
Yo no pienso que todas sean iguales ni mucho menos, y ademas tampoco las que son asi, tienen porque ser malas personas, sencillamente si te arrimas a un espino y te pinchas.. pues jodete, es lo que hay no me vengas llorando...

Tipic@ que dice, " es un@ golf@, pero yo lo hare cambiar" jajajja pues si leugo tienes mas cuernos que un reno, no vengas lloriqueando, tu has entrado a ese juego. ^^ El problema viene de pensar que somos especiales, si ves que alguien pone verde a los de tu alrededor, solo un necio pensaria que tu te vas a librar, no eres especial.. :martillo:
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yo y mi sombra, haciendo del camino mi alfombra,
mira... no dejare de perseguir ese lugar
donde los pájaros de mi cabeza quieren emigrar...
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Mensaje por nuriaBogartDana »

No nos equivoquemos Alber, mi amiga en ningún momento dijo eso de ya cambiará y dejará de ser un malote, su rollo era que prefería ser la otra con tal de tener al chico que le gustara y que esperaba que él dejara a su novia por ella, y el prototipo que elegía siempre era el mismo: tío más o menos guapo (para gustos ya sabes.....), con novia, que le ponían, y que ohhhhhh estoy fatal con mi novia pero no sé cómo romper con ella porque llevamos la leche de años juntos, se supone fíjate que hasta nos vamos a casar pero la cosa no va bien.

Mira lo que te digo eh? No sólo mi amiga, varios casos que he conocido y todos cortados ellos por el mismo patrón, ni uno dejó a la novia con la que tanto sufrían, ni uno solo, y esa misma historia alguno la vendía a varias, o sea que el rollo sufridor sí hay un margen de mujer a la que le va, pero amossssssssss, un 90%?????????? ni de coña Alber.
El hecho simple de que mi perro me quiere más que yo a él constituye una realidad tan innegable que, cada vez que pienso en ella, me avergüenzo (Konrad Lorenz).
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Mensaje por alber86 »

jajaja pero nuria si es que yo he puesto lo del 90% mucho antes de que tu contaras lo de tu amiga, no me referia a ella, jajaja ni a esec aso, me referia a loq ue hablaba aine al principio...
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