Lo que le pasaba era que tenía terror a las tormentas y a los petardos, de siempre y hasta el final de sus días. Se le ponía la lengua de un palmo (con lo chiquitaja que era, jeje), babeaba continuamente y no paraba de moverse de un lado a otro y temblar. Llegaba hasta tal punto que no podíamos tenerla atada ni encerrada si había tormenta o petardos porque se destrozaba las patas arañando el suelo o la puerta (sangraba mucho y aun así seguía). Los veterinarios nos decían que le diéramos tilas y poco más, algo hacían pero el problema seguía ahí.
Fuera de eso era de lo más equilibrada, se llevaba bien con todos los perros (salvo algunas hembras que conocía, pero pocas), nunca mordió ni fue mordida, con las personas era un cielo (incluído niños pequeños porculeros), no tiraba de la correa, no era agresiva con la comida ni los juguetes, no ladraba más que cuando había mucho jaleo de perros ladrando o venía el cartero a toquetear el buzón, odiaba a los gatos pero pude tener una sin que le hiciera absolutamente nada (solo a ella, seguía persiguiendo a los que entraban de fuera), etc.
Sé que es un comportamiento más o menos común, pero desconozco la causa y aparte creo que en su caso era algo exagerado, a ver qué me podéis contar
