
Para todos aquellos de nuestra generación que, aún en pleno siglo XXI, nos miran a los “pueblerinos” con condescendencia…
Os pedimos que os deis cuenta de vuestro grave error, y dejéis de creeros superiores a nosotros porque os criasteis en una “big city”.
Porque todos esos años que pasasteis encerrados en casa, nosotros los pasamos en la calle. Porque desde los seis o siete añitos, íbamos solos a la escuela (y, desde luego, no necesitábamos ir en coche para nada). Porque aprendimos a bajar escaleras con la bici mucho antes de que vosotros, mientras cambiabais la voz, os hicierais los chulos con eso. Porque con la bici subíamos cuestas y montañas que a vosotros os parecían imposibles como si nada. Porque todas las tardes de verano las pasábamos en la piscina, sin depender de que nos pudieran llevar, mientras vosotros mirabais esos estúpidos programas en la tele. Porque aprendimos a tirarnos al agua de cabeza y de espaldas, a “hacer un largo por debajo”, a aguantar bajo el agua más tiempo que nadie. Porque se ponía a llover y seguíamos en la piscina (descubierta, por supuesto). Porque nos bañábamos en el río, intentando simular que no teníamos frío. Porque pescábamos renacuajos aunque nunca encontrábamos las ranas. Porque en la época de moras volvíamos a casa completamente morados (y siempre nos ganábamos una buena bronca, porque como bien sabíamos, las manchas de mora no se iban). Porque después de la lluvia era obligatorio salir a buscar caracoles.
Porque jugábamos a pelota en la calle, y las chicas sabíamos chutar más fuerte que nadie. Porque en el recreo, nos escapábamos de la escuela para ir a comer cerezas. Porque en la escuela nos conocíamos todos y todos éramos amigos (que remedio).
Porque las familias de nuestros amigos eran nuestras familias.
Porque el primer dinero que ganamos con el sudor de nuestra frente fue vendimiando… y siempre caía alguna uva en la boca.
Porque cogíamos los murciélagos con las manos y no nos daban ningún asco. Porque intentamos salvar a un montón de pajarillos… aunque a pocos salvamos. Porque conocíamos a todos los cachorros de los gatos callejeros, y a todos les poníamos nombre. Porque aprendimos a distinguir las huellas de jabalíes y, con suerte, vimos alguno.
Porque cuando vosotros ya dormíais, nosotros seguíamos jugando en la calle. Porque salimos de noche mucho antes que vosotros, aunque sí, fuera en una simple fiesta mayor.
Porque, en definitiva, nuestros padres se ahorraron un dineral en canguros, gimnasios (o cualquier centro de deporte) y psicologos.
Y especialmente, para ti, David. Porque puede que “la evolución llegue más tarde a los pueblos”, pero nuestra infancia fue muchísimo más feliz que la tuya.
Firmado:
Las pueblerinas.