Un día fuimos, una amiga y yo, a un centro comercial muy chulo que está cerca de Barcelona. Aparcamos el coche en el párquing, fuimos de tiendas, nos comimos un helado, en fin, una tarde muy agradable.
Cuando fuimos a buscar el coche al párquing no estaba. "Estoy segura que estaba aquí", digo yo (además recordaba que lo dejamos cerca de unas escaleras).
"Pues tendrá que ser en otras escaleras", dice mi amiga. Nos vamos hacia el otro lado. Tampoco estaba. Vamos hacia otras escaleras, tampoco. Así durante un buen rato. Nos pateamos las dos o tres plantas del párquing... y su coche no aparecía...
Al final mi amiga se acordó de que no habíamos ido en su coche sinó en el de su novio, que sí estaba bien aparcadito al lado de las escaleras.

Un perro es capaz de decir más con un breve movimiento de su rabo que muchas personas hablando durante horas.