Los perros necesitan sentirse perros.
Cristina Muro AEPA Euskadi
Cada vez me gusta más ver a los perros comportándose como perros. Me apasiona verles concentrados oliendo las esquinas, mirando sorprendidos cómo vuela un papel o saludándose unos a otros… Hace trece años yo habría intentado evitar todas estas acciones por considerarlas distracciones: habría tirado de la correa para que mi perro no oliera la esquina, habría gritado un terrible “NO” para que mi perro dejara de mirar el papel y habría vuelto a pegar un tirón de la correa para que él siguiera caminando a mi lado sin desviarse para saludar a otro perro.
En aquella época yo me sentía muy orgullosa de que mi perro abriera un cajón o de que se quedara quieto cuando yo se lo pedía desde decenas de metros de distancia. Mi perro se tumbaba si yo se lo ordenaba pero, ¿le gustaba hacerlo?, ¿estaba tranquilo? No. Él simplemente obedecía mis órdenes. Mi perro podía hacer cosas asombrosas, pero yo hacía barbaridades que le provocaban dolor y que le impedían comportarse como lo que es: un perro. Él no se estaba distrayendo cuando quería oler, observar cosas o saludar a otros perros. Simplemente estaba intentando hacer lo que es natural en un perro. Pero a mí me costó mucho tiempo entenderlo.
EDUCACIÓN EN SENTIDO CANINO
Se me ocurren tres razones principales, no necesariamente excluyentes, que explican por qué muchas personas actúan como yo actuaba entonces, privando a los perros de sus reacciones naturales y provocando que muchos perros no se sientan bien.
En primer lugar está la idea de que el perro tiene que ser educado para comportarse correctamente en nuestra sociedad. Esto es cierto a medias porque se tiende a pensar en una educación en el sentido humano, olvidando la educación en sentido canino. La forma de conseguir perros educados suele centrarse en un rígido programa de ejercicios de obediencia que ayuden a controlarles. Los ejercicios de caminar al lado, sentarse, tumbarse, quedarse quietos o acudir a la llamada se pueden enseñar y utilizar de forma agradable, pero en ocasiones se consiguen usando mucha presión, y eso tiene resultados nefastos. Por ejemplo, el ejercicio de caminar al lado, la mayoría de las veces realizado a base de tirones de la correa, puede conllevar dolores, miedos, etcétera.
En segundo lugar, la visión anticuada y errónea del perro como un ser potencialmente peligroso que debe ser dominado lleva a muchos adiestradores y dueños a querer controlar excesivamente a sus perros, aplicando dudosas y agresivas técnicas para manipular sus reacciones. Por desgracia, esta forma errónea de entender la naturaleza del perro sigue transmitiéndose hoy en día (a través de algunos programas de televisión, por ejemplo). Se basa en aplicar los llamados programas de reducción de rango que supuestamente sirven para “jerarquizar o dominar a los perros”. Estos programas de reducción de rango privan a los perros de su comportamiento natural y provocan otras conductas nocivas, tanto para el perro como para las personas que conviven con él. Por ejemplo, castigar el gruñido de un perro, que muchos dueños interpretan como un desafío hacia ellos, cuando no es más que una forma de expresión tan útil como las demás, puede hacer que el perro deje de gruñir y que, sin previo aviso, muerda.
En tercer lugar, llevados por el afán de satisfacer nuestros deseos o aficiones, hacemos practicar a nuestros perros ejercicios que muchas veces tienen consecuencias dañinas. Por ejemplo, veo perros en las ciudades a los que se les lleva atados al lado de un ciclista o de un patinador y que se ven obligados a correr largas distancias sin pausa a un ritmo elevado sin tener ninguna posibilidad de descansar, oler, saludar a otros perros o incluso hacer sus necesidades. Estas tres razones tienen que ver con una idea errónea de la educación. La educación está muy alejada de los conceptos de manipulación o de control.
OBSERVEMOS A NUESTROS PERROS
Podemos conseguir que los perros realicen ejercicios increíbles, sin embargo, ellos son capaces de hacer cosas extraordinarias, por sí mismos, a diario y delante de nuestros ojos, cosas que reprimimos, a las que no damos importancia o que ni siquiera percibimos. Observemos a nuestros perros, olvidemos la obediencia, el control y los ejercicios basados en falsas necesidades y empezaremos a ver a nuestro perro de un modo distinto. Sólo así podremos contestar a las preguntas: ¿Está a gusto? ¿Qué le gusta hacer? ¿Qué no le gusta hacer? ¿Sé por qué? ¿Qué puedo hacer para entenderle mejor? ¿Qué puedo hacer para ayudarle? Para profundizar en las respuestas, nos hará falta seguir aprendiendo sobre los perros, qué hacen, cómo lo hacen y por qué lo hacen. Nuestros descubrimientos nos ayudarán a mejorar la vida de nuestro perro y nuestra convivencia con él.