¿Os acordáis que me gustaba dormir en las sillas cuando era pequeña? Bueno, pues la verdad es que me sigue pirrando. No me quitarán la costumbre.


Joder, si al cabezón le mola el suelo ¿por qué no me iba a gustar a mí la silla?

Cada uno sestea como quiere.






Encima, me doy la vuelta para vigilar al enano, que siempre la está liando, y no me lo agradece nadie.

Yo, pendiente, y él, tan a gusto.


En fin, un lametón, que me voy a dormir, a ver si me dejan.


