Le tenían encerrado en una pequeña jaula maloliente y casi no le daban de comer por lo que su delgadez era extrema.
El cazador lo quería matar de un tiro pues según él, no valía para cazar.
Cuando se le rescató no sabía ni hacer pipí levantando la patita, ni correr pues no controlaba las patitas de la debilidad que tenía . Ahora tiene muchas ganas de vivir.
Es muy dulce y mimoso y pide un hogar de verdad y una familia cariñosa que le quiera como se merece.
Por desgracia, que la gente adopte perros de caza no es fácil, por eso Suki lleva tanto tiempo con nosotros.


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