La pobre Negrita malvivía en una chatarrería, sola, sin cariño de ningún tipo. Cuando cada día pasábamos por su lado nos miraba con una tristeza infinita, como pidiendo socorro. Un día no pudimos aguantar más esa mirada y decidimos actuar.
Llegó muy asustada y en malas condiciones higiénicas, pero la paciencia de los voluntarios ha hecho que ahora sea una perra sana en todos los sentidos y feliz con todo lo que tiene alrededor, gente que la acaricia, otros perros con los que jugar.
Lejos quedaron esas eternas horas en soledad, y ahora busca un hogar definitivo que le dedique el tiempo que no le han sabido dedicar. Es una perra muy cariñosa y agradecida.
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