El pasado viernes por la mañana tuve que dormir a Pol, mi labrador.
Solo la maldita leishmania ha podido con él. Años atrás superó con bravura las lesiones que le produjeron dos perros asilvestrados y después una hernia discal muy complicada de la que salió con mucho tesón. Parece mentira que un simple mosquito le haya vencido...nos haya vencido a todos.
No quiero hablar de su enfermedad terminal, ni de sus últimas semanas, tan crueles para él y para nosotros. Hemos estado toda la noche llorandole y tiemblo aún recordando como se durmió definitivamente entre mis brazos mientras le acariciaba la cabezota e iba cerrando esos ojos expresivos y tristes con su última mirada puesta en los míos.
Pero ya basta, ahora quiero guardar en mi memoria los casi once años que ha estado con nosotros. Su lealtad, su nobleza, el inmenso amor que nos ha profesado durante tanto tiempo. Ha sido mi amigo y mi hermano. Mi esposa, su educadora y su mejor enfermera, era su dueña, yo su camarada. Nos conociamos tanto el uno al otro que bastaba una simple mirada para saber lo que queriamos. Pol sabía cuando yo estaba alegre y sobre todo cuando estaba triste o enfermo y en esos momentos era capaz de tener apoyada su cabeza en mi regazo durante horas dandome su consuelo y sin apartarse de mi lado.
Pol ha tenido una existencia feliz y completa y la ha compartido con nosotros. Le quiero recordar nadando conmigo en las playas de Huelva al caer el sol saltando las olas, corriendo por las verdes praderas de Babia en León persiguiendo a las cigueñas o subiendo a Peñalara en invierno con sus bigotes hechos carambanos como un montañero más. Le quiero recordar pidiendome siempre más comida alzando la pata (esa era tu debilidad y la mía amigo mio, la que te negaba tu dueña con toda la razón del mundo y que yo, pecador, te pasaba por debajo del mantel a hurtadillas), Le quiero recordar ladrando para avisar cuando un niño se acercaba peligrosamente al rio o jugando al futbol con los chavales del barrio (eras un tramposo, siempre acababas llevandote el balon con la boca). Le quiero recordar en todos esos pequeños momentos con los que ha llenado para siempre nuestros corazones.
Siempre fuiste el preferido de la vecindad, el más querido, el más admirado. Eras tan famoso que cuando te paseaba la mayor parte de las personas solo me conocían como "el dueño de Pol". No te puedes imaginar la cantidad de gente que ha venido a darnos el pésame, hay actores de cine que no tienen tan buen velatorio como el tuyo pero es que eras demasiado guapo.
Reconoce que lo has tenido fácil, campeón. A otros perros los regalan o les abandonan al principio del verano cuando dejan de ser cachorros y pasan de ser el juguete del nene a un problema familiar. Otros tienen que trabajar duro cuidando los rebaños, como tus colegas mastines en León o guardando casas y fábricas (ni para eso valías, tu te hubieras hecho amigo del ladrón y recuerda que fui yo quien te tuvo que enseñar a ladrar). Ni siquiera tuviste que hacer las tareas propias para las que está dotada tu raza al lado de un invidente o rescatando personas de los escombros de un edificio en ruinas.
En tu vida solo hubo una obligación contractual: dar y recibir AMOR, y en esa asignatura has sacado matricula de honor,
Estoy muy triste porque he tenido que despedirme de mi mejor amigo, de mi camarada, de mi hermano del alma, pero estoy dichoso porque tengo once años repletos de bellisimos recuerdos repartidos en mi memoria y en mi casa (incluidas las sillas de mimbre del jardin cuyas patas te comiste cuando eras un cachorro).. Aún te veo en cada rincón de ella como si siguieras aquí.
Hoy he empaquetado tus cosas, he tirado tu vieja manta zamorana y le he dado a los vecinos los sacos de pienso que te sobraron.. Me quedo tan solo con tu hueso de goma, ese que tu tirabas de un lado y yo del otro a ver quien podía más, lo he puesto en la mesa de mi despacho y ahí se quedará por si un día se te ocurre bajar del cielo de los perros donde no faltará un buen charco donde meterte y mancharlo todo de barro. ¿Recuerdas cuanto le hacíamos rabiar a ella?
Hasta siempre mi Pol, mi campeón, y allá donde te hayas largado te digo lo de siempre... no te pintes tanto los ojos para dar pena y conseguir comida extra que eso es trampa. Quizá desde allí aún escuches mi silbido, el que me legó mi padre y yo te enseñé a tí para que acudieras a mi llamada. Ahora silbo por última vez en tu honor aunque sepa que no vas a obedecerme (bueno, al fin y al cabo, como casi siempre).
Chao polito, ya sabes lo que te amamos.

[/b]